lunes, 10 de mayo de 2010

toc toc ¿quién es?

-Testigos de Jehova- Se reía estridentemente- Vamos ríete! Fue un plan perfecto! Improvisas que da gusto! Cada vez que me acuerdo aún me muero de risa.
Intentó sonreír pero le dolían las comisuras de los labios cada vez que lo intentaba. Seguía con la mira fija en el plato de macarrones. Remordimientos lo suelen llamar.
-Vamos, no pongas esa cara. Casi puedo ver sentado en tu hombro a Pepito Grillo susurrándote lo mal que está lo que hemos hecho, deshazte de la maldita conciencia de una vez. Tenía que haber caído al fondo del lago junto a esas bolsas negras.
-Mi conciencia y yo sabemos lo que hacemos, tú limítate a darme mi dinero y llevarme de vuelta a casa. Mañana tenemos trabajo.
Se paró en mitad de una carcajada y asintió con la cabeza. Tensó la mandíbula y retuvo un par de lágrimas. Cualquiera diría que era quien se jactaba de no tener corazón.
Pararon el coche y se repitió la maniobra de la noche pasada. No pudo evitar mirar su espalda mientras subía las escaleras del porche y volvía a entrar sin dedicarle ni una mirada más. Arrancó el coche y puso rumbo a la oficina.
Dejó el coche aparcado en la calle por si las moscas, no le apetecía que se lo desvalijaran en aquel barrio de mala muerte. Subió por la calle procurando no mirar a nadie a los ojos mucho rato, se metió por un callejón y llamó al 4ºC.
-¿Sí?
-Yo
-¿Qué yo? Conozco a muchos yo.
-Un yo sin placa, subnormal, abre la puta puerta que sabes perfectamente quién soy!
Tras dos segundos de tensión se escuchó el ruido que indicaba que habían abierto la puerta. La abrió de un empujón para desatascarla y entró en el mugriento edificio. Subió las escaleras hasta el cuarto y tocó en la puerta que tenía encima un cartel del que colgaba precariamente una C que llevaba apunto de caerse desde la primera vez que había estado allí, hacía ya demasiado tiempo. Y aún así lo recordaba como si hubiese sido ayer.

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